LA VELA DE SAN ANTONIO
AÑOS 50 A 70 DEL SIGLO XX
Son muchos los de mi edad, 50
años, que no sólo han escuchado, sino que recuerdan la Vela de San Antonio. Esta
fiesta se hacía coincidir con la onomástica del santo, 13 de junio, se desarrollaba
en la calle Manuel Clavijo. Calle conocida popularmente como “San Antonio” y
ello porque el Ayuntamiento, a petición del vecindario, en los años sesenta acuerda levantar en la pequeña explanada delimitada por la derecha
por la calle Guzmán el Bueno y por la izquierda por la hoy denominada 28 de
Febrero, un conjunto monumental formado por una fuente coronada con un pequeño
templete en donde exponer al culto permanentemente la representación del Fraile
Franciscano al que todos los años, con ocasión de la velada, se le alzaba un altar
provisional. A ambos lados, exornando la fuente, sendos jardines en forma
rectangular separados por un pequeño pasillo que permite contemplar la imagen
del santo frontal y lateralmente al estar el templete cerrado con cristaleras
transparentes. (1)
Pero, ¿Cuál es el origen de esta
velada? ¿Durante cuántos años se montó? , ¿Quién y por qué se organizaba?
¿Cuándo y por qué dejó de Celebrarse?. De ningún dato documental cuento
para la redacción de este breve artículo, excepto del testimonio de Doña Candelaria y su marido
Luis Herrera quienes no sólo fueron
testigos de toda la historia de la velada, sino que participaron de forma
activa en el desarrollo de la misma. Así
pues, paso a consignar la información que me han aportado:
Sin ser capaces de señalar una
fecha exacta del comienzo de la fiesta, calculan que debió de ser a mediados de
los años cincuenta del siglo pasado. El promotor de la velada, Manuel Bazán
Romero (2) quien convence a un grupo de jóvenes
vinculados a la hermandad de Veracruz , primero, y luego a vecinos de la calle
Manuel Clavijo y aledañas a organizar una fiesta en honor de San Antonio. En el primer grupo se incluían, entre otros.
Luis, su hermano Juan “el zapatero”, Candelaría, y, por otro, “las Melquiades”, “Las del
Zorrito”, “Rocío Espinosa” , “La Niña la López” y “La Niña José”, “Joselito
Calvo” , “Las de Epifanio” y un largo etc..
La duración de la misma, una semana, aquella
que incluyese el día 13 de junio.
Tenía la velada como centro un pequeño altar donde se
exponía, para su culto, una imagen del santo de Padua. La primera imagen
venerada, una de las dos existentes en la Parroquia Nuestra Señora de las
Nieves, en concreto la que actualmente podemos
contemplar junto al altar del Corazón de Jesús en su parte derecha, siendo Don Idelfonso Cornejo, cura párroco por aquel entonces, quien la
cedió para tal menester. colocada en la base del templete.
No sería esta la única que se utilizaría en la celebración de las veladas, sino que sus organizadores, una vez contaron con presupuesto suficiente, compraron una talla policromada de escayola que se utilizó hasta que el uso terminó por deteriorándola, siendo sustituida por otra modelada por un imaginero aficionado del pueblo, un hermano “del Niño Ana”.
Ésa a su vez daría paso, apenas si hace unos años, a la que actualmente podemos contemplar en la fuente, costeada con la aportación de los vecinos del pueblo, tal y como reza en una pequeña leyenda troquelada en una placa de metal
Inma García Rodríguez |
De lo anteriormente se comprueba que en la génesis de esta
fiesta participa de forma activa tanto el poder civil, representado por Manuel Bazán, como la Iglesia
aprovechando, tal vez, el tirón que ya de por sí poseyera San Antonio, como santo
casamentero, o con la intención de fomentar la devoción al santo lisboeta entre
las jóvenes solteras del pueblo. Sin olvidar la otra faceta atribuida
al santo como intercesor. Cabría también pensar que Manuel Bazán quisiera
recuperar el pasado franciscano del
Pueblo, pues no se ha de olvidar los vestigios que aún quedaban tanto en la
devoción a la Purísima Concepción de María y en las hermandades de penitencia
cuyo origen habría que buscarse en el antiguo convento dedicado a San Francisco
de los Ángeles.
Para el culto al Santo montaba un altar que se adornaba siempre de
macetas aportadas por el vecindario y alrededor del mismo se reproducía
una especie de fuente, cada año distinta según diseño, primero de
Bazán, y luego, tras su muerte, de Moisés Gutiérrez y
el “Niño de Pepita”. Siendo siempre los vecinos los encargados tanto de la
elaboración de las flores de papel y las guirnaldas que adornaban la calle como
del montaje del alumbrado, alumbrado que tomaba la corriente eléctrica de las
casas particulares.
Se puede afirmar que la fiesta de San Antonio era una velada de barrio, organizada por los vecinos de la calle Manuel Clavijo y sus alrededores, sufragada con la contribución de todo el pueblo a través del dinero recogido en rifas, las cuestaciónes por todo el pueblo previa a su celebración y la tómbola ya en plena fiesta. La primera tesorera del festejo, “Manolita Piñero”, siendo su tienda de chacina en la plazoleta Orellana la tesoría y centro de reunión para su organización.
Para hacernos una idea de cómo era
el “recinto ferial” tenemos que saber que su pavimento dista mucho del adoquinado
que hoy podemos observar. Por el
contrario, y hasta los últimos años del Franquismo, era de terrizo y con una
pronunciada inclinación, que alcanzando su cota más alta en las confluencias
con las calles Pilar García y Avd. de
La Libertad, caía hasta alcanzar la más baja, un metro o metro medio menos de la
actual, en una explanada que se extendía entre la confluencia de
la calle Manuel Clavijo con las
calles Guzmán el Bueno y Manuel
Carbonell Carmona. También indicar que, aún cuando hoy nos pudiese parecer poco
salubre e incluso, si me apuran, escandaloso para nuestros olfatos, José Herrera, el “Maleno”, criaba en su casa,
sita en el Nº 61 de dicha calle, a pocos
metros del epicentro de la velada, siete vacas lecheras, por lo que en esos días
tenía que aligerar los trabajos de retirada de estiércol y acarreo de alimentos
para el ganado antes de que comenzase a animarse la velada. Como no podía ser
de otra manera, se montaba un pequeño tablado ubicado frente a la casa de
“Magdalena la de la Esquina” y “la Niña la López” en el que tocaba, ya entrada la noche, una orquesta o una charanga
local para animar al baile a los más jóvenes. No faltaban
los puestos de turrón, coco y chufa o los vendedores ambulantes de globos que
se recorrían más de cien veces el alumbrado tirando de su ingrávido género. Y
aun cuando no había casetas al uso, sí podía observarse como algunas casas del
“recinto ferial” parecían haber ganado una
nueva pieza anexada a su fachada, sombrajos que algunos vecinos montaban para
la ocasión en los que vivir la fiesta sin que la vivienda sufriese trasiego alguno. Como cierre y colofón a esta fiesta, la
correspondiente procesión del Santo, que saliendo de la Parroquía en parihuela
portada por los muchachos y acompañado, sobre todo, por muchachas; se
encaminaba por calle García Carranza, Plazoleta Orellana, Pozo, actual 28 de
feberero hasta llegar a “ carrera oficial”, la calle Manuel Clavijo, cenit de la procesión donde paseaba bajo la
iluminación de la velada, una vez concluia ésta doblaba por la actual Avd. de la Libertad y Santa Marta hasta dar a calle Joaquín Herrera
Carmona y cogiendo de nuevo José García Carranza llegaba a la Parroquia.
Según algunos vecinos más jóvenes, y por tanto ya estamos hablando de los últimos años de la velada, recuerdan que las chiquillas se vestía con blusas largas y blancas con manga de farol y ceñida a la cintura, faldas de lunares hasta los pies, mantón de manila ,la cabeza cubierta con un pañuelo amarrado al cuello y en el que se cogía dos grandes claveles. Los chiquillos llevaban chaquetilla corta y estrecha, con un clavel en la solapa, pantalones oscuros y ajustados, un pañuelo blanco en el cuello y gorra negra o de cuadros en la cabeza. Es decir, se vestían al más puro estilo castizo de chulapas y chulapos. También refieren que en la calle Manuel Carbonell Carmona se montaban las calesitas, un clásico tiovivo con sus caballos, coche de bombero, ambulancia o autobús, etc. y un balance o "los barquitos", con se le conocía entre la chiquilleria, que no era más que una góndola montada en dos bastidores triangulares en forma de barca con seis asientos, dos en cada extremo y otro dos en el medio. El funcionamiento de esta atracción era muy rudimentario: un motor que a través de una correa de transmisión de cuero muy ancha hacia girar una rueda semejantes a las que los chiquillos de la época habían visto montadas en las carretillas de mano o los isocarros y que al rozar con la quilla forrada de goma de la góndola imprimía a ésta un movimiento pendular provocando un característico silbido (pisisiuu, pissiuu) que junto a los gritos de las niñas cuando la barca se ponía casi vertical servía de fondo musical. Por la noche la velada se cerraba con la suelta del toro de fuego, armazón metálico en forma de astado que disparaba elementos pirotécnicos. Una persona, durante muchos años fue Jeromito Mesta, se introducía en su interior y corría persiguiendo a los asistentes mientras salían chorros de fuego, cohetes de colores disparados hacia arriba y las siempre temidas "culebrinas de fuego", que corriendo por el suelo, echaban muchas chispas sin llegar a estallar nunca buscando buscar los pies de los asistentes y obligándoles a correr y saltar para esquivarlas. Así pues, queda patente por estos últimos testimonios que la velada de San Antonio ya en sus últimos años fue copiando el modo y las formas de la popular verbena de San Antonio de la Florida de Madrid.
Y así, de esta forma, se fue celebrando durante al menos dos décadas la velada en honor y gloria de San Antonio hasta que cambios en las formas de relacionarse y divertirse la juventud dieran paso a la discoteca como lugar y ocasión de encuentro en donde poder beber la nueva bebida, el cuba libre, bailar al son de la música disco, eso sí, ya fuera de las miradas indiscretas de los más mayores. Por tanto, decayó el interés y la participación en esta fiesta. Pero escuchemos de boca de Candelaria la explicación que al respecto da y los vestigios que aún hoy perduran de aquellas celebraciones y manifestaciones en honor de San Antonio:
"En
los últimos años, cuando abrieron el baile del Triángulo, las muchachas
al llegar San Antonio a la esquina del "Carpintero" (actual confluencia
por parte izquierda de la calle Manuel Clavijo con Avda. de la Libertad
) se salían de la procesión y se iban al baile. De esta forma la
procesión de San Antonio se recogia sola. Entonces los vecinos hablamos
entre nosotros y decidimos primero dejar de hacer la procesión, y luego,
como cada vez era menos la gente que venía a la vela, se dejó de hacer.
Y al final todo quedó en que nosotros, los vecinos de la calle Pilar
García y los más devotos de San Antonio, cada año el día 13 de junio
vamos a escucharle su misa. Esta misa la pagaba siempre la "Baita" y
cuando ya se murió siguió haciéndola su sobrina que vive en la Torre de
la Reina, la de "Josequien"-
El pueblo tenía, y sigue teniendo, mucha devoción a San Antonio. La fuente, ahora menos, siempre estaba llena de monedas. Trece se echaban como ofrenda bien para conseguir el favor del santo, sobre todo en asuntos de amor, o bien como agradecimiento por haber concedido lo que se le había pedido. Las primeras monedas eran de 10 céntimos, luego se paso a las pesetas y, por último, a los duros (cinco pesetas). (3)
Los encargados de cuidar a San Antonio, su fuente y sus jardienes siempre hemos sido los vecinos. Se recogia el dinero de la fuente y con él se le compraba a San Antonio las flores y las macetas para adornarlos. La primera en hacerse cargo fue Rocio Espinosa, luego paso el testigo a mi marido Luis, y ya como está muy mayor, a Josefita "la Niña la López" y su hijo "Miguel de la López"
El pueblo tenía, y sigue teniendo, mucha devoción a San Antonio. La fuente, ahora menos, siempre estaba llena de monedas. Trece se echaban como ofrenda bien para conseguir el favor del santo, sobre todo en asuntos de amor, o bien como agradecimiento por haber concedido lo que se le había pedido. Las primeras monedas eran de 10 céntimos, luego se paso a las pesetas y, por último, a los duros (cinco pesetas). (3)
Los encargados de cuidar a San Antonio, su fuente y sus jardienes siempre hemos sido los vecinos. Se recogia el dinero de la fuente y con él se le compraba a San Antonio las flores y las macetas para adornarlos. La primera en hacerse cargo fue Rocio Espinosa, luego paso el testigo a mi marido Luis, y ya como está muy mayor, a Josefita "la Niña la López" y su hijo "Miguel de la López"
Con este
testimonio concluyo este relato sobre la fiesta de San Antonio, no sin otra intención que dibujar un breve
boceto del pasado en la voz de aquellos que la vivido y abierto a ampliar este relato con nuevos testimonios.
Notas:
1. La actual fuente vino a sustituir a
otra ya existente compuesta de una pileta o estanque rectangular en cuyo centro
se alzaba una rana de la que salían cuatro chorros de agua. Por las paredes del
estanque se distribuían varios surtidores dirigidos a su motivo central. A
ambos lados dos naranjos agrios y un banco donde los novios se sentaban a pelar
la pava y como luminaria portalámpara con su bombilla incandescente sostenido
en un poste de madera. Tenue luz que aportaba este toque mágico de romanticismo
en las oscuras noches de verano.
2. Manuel Bazán Romero, hijo del
banderillero de la cuadrilla del torero José García Rodríguez "El
Algabeño", José Bazán, fue uno de los máximos representantes del Régimen
Franquista en el pueblo de La Algaba. Nombrado el 3 de julio de 1937 por el
Gobierno Civil de Burgos, Alférez Provisional de la Milicia Armada, tres días
más tarde comenzaría a combatir en el pueblo madrileño de Villanueva de la
Cañada en la batalla de Brunete (una de las batallas más cruentas de la Guerra
Civil Española) bajo la Segunda Bandera de la Falange de Sevilla al mando del comandante
Miguel Pérez Blázquez. Es capturado por el ejército republicano y liberado dos
años más tarde por las tropas de Franco cuando éstas toman Madrid. Hermano
Mayor de la Hermandad de Veracruz, Delegado del Sindicato Vertical en La Algaba
y copropietario de uno de los cines de verano que llevaba su nombre. Ejercicio
la docencia privada aun cuando carecía de titulación. En 1957, y el veinte
aniversario de dicha batalla, es elegido presidente de la recién creada
Hermandad de la Segunda Bandera de la Falange de Sevilla, ejerciendo dicho
cargo durante dos años hasta la elección de la siguiente junta. También fue
vocal de la vieja Guardia. Y es condecorado, cuatro meses antes de su muerte,
con la medalla de la Orden del Yugo y la Flecha en los actos conmemorativos del
treinta y siete aniversario de la batalla de Brunete en Sevilla. A su funeral,
celebrado en la parroquia de Nª de las Nieves, acude el Jefe Provincial del
Movimiento, y gobernador civil, José Utrera Molina, acompañado de varias
jerarquías del Movimiento quienes testimonian su pésame a su viuda doña Belén
Cruz Ariza, y a sus hijos, según reza en la necrología editada el día 17 de
noviembre de 1964 en el periódico ABC. En dicho visita se solicitó por
una parte de las llamadas por aquel entonces "fuerzas vivas del
Pueblo" al gobernador civil permiso para rotular una calle del pueblo en
memoria de "Bazán", apodo con el que se le conocía, petición que fue
aceptada de buen grado, pero el Ayuntamiento de La Algaba nunca materializó tal
solicitud, tal vez por las desavenencias que el finado en los últimos momentos de su vida mantuvo con el Consistorio algabeño.
3. La tradición de arrojar treces monedas a la fuente de San Antonio procede de la costumbre impuesta por una humilde modista en el Madrid de finales del siglo XIX al arrojar en el agua bendita de la pila bautismal de la ermita de San Antonio de la Florida treces alfileres como anticipo de pago o acto de entrega de las arras matrimoniales al santo casamentero por el favor previamente pedido, que no era otro que encontrar un novio. El número de treces no es azaroso, sino que se corresponde, según la costumbre mozarabe, a la entrega del novio a la novia de una monedas por cada uno de los meses del años, doce, siendo la decimotercera para entregar a los pobres.
3. La tradición de arrojar treces monedas a la fuente de San Antonio procede de la costumbre impuesta por una humilde modista en el Madrid de finales del siglo XIX al arrojar en el agua bendita de la pila bautismal de la ermita de San Antonio de la Florida treces alfileres como anticipo de pago o acto de entrega de las arras matrimoniales al santo casamentero por el favor previamente pedido, que no era otro que encontrar un novio. El número de treces no es azaroso, sino que se corresponde, según la costumbre mozarabe, a la entrega del novio a la novia de una monedas por cada uno de los meses del años, doce, siendo la decimotercera para entregar a los pobres.
AQUÍ NOS PODEMOS HACER UNA IDEA DE COMO PUDO SER LA VELADA.ESTA FOTO FUE TOMADA EN LA PROCESIÓN DE LA PURISIMA CONCEPCIÓN DE MARIAEN EL MES DE SEPTIEMBRE DEL AÑO 2014. |
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