jueves, 8 de febrero de 2018

LA ALGABA 1919 - UNA REVUELTA CAMPESINA EN EL TRIENIO BOLCHEVIQUE- UN MUERTO Y DOS HERIDOS

           

         

Años llevaba ya el pueblo de La Algaba saltando a los periódicos por dos motivos. El primero por ser cuna de un torero, el Algabeño, que, aunque en su séptimo año de su retirada de los ruedos,  proyectaba su memoria en su primogénito que intentaba, por aquel entonces con 17 años,  seguir los pasos de su padre en el escalafón taurino. La segunda, las continúas crecidas del río Guadalquivir y/o  la Ribera de Huelva quienes cada invierno, casi de forma obsesiva, intentaban, lográndolo en más de una ocasión, invadir sus calles con catastróficas consecuencias. Pero nadie podía sospechar, por aquel mes de mayo de 1919, que La Algaba compartiría titular con el pueblo de Consuegra como triste escenario de la muerte de jornaleros  a manos de la guardia civil en una de las tantas huelgas que se desarrollaron en el final del llamado “Trienio Bolchevique”. Pero si acudiéramos a la prensa de la época cariamos rápidamente en la cuenta del intento indisimulado de disfrazar lo acontecido como un mero enfrentamiento entre braceros algabeños y forasteros. Y lo que a todas luces era una huelga general del campo, se presenta como un mero problema de orden público sin implicación, al menos directa, de las autoridades del pueblo, siendo pura casualidad que se atacasen los símbolos que los identificaban, el Ayuntamiento, regentado por la oligarquía agrícola cuyos miembros contaban con al menos unos de estos apellidos: Carranza, Torres, Herrera , y el Casino Agrícola, lugar de encuentro y reunión de las mismas. Así en los rotativos de la provincia, periódicos donde se recogen, dada su cercanía, con todo rigor lo sucedido, sufre la censura y se llega a mutilar aquellas partes de los artículos que pudieran inducir al lector a pensar que lo allí relatado se correspondía con una posible huelga de jornaleros. Así se hace un profuso relato de la actuación individual de un bracero del campo local que bajo los efectos del alcohol pierde el control y sin prever el riesgos, alienta a los vecinos a sublevarse contra las fuerzas del orden y  se atreve a sacar una piedra con intención de arrojárselas, hecho que provoca que los dos  guardias civiles, sintiéndose acorralados, se vean obligados a hacer uso de su arma reglamentaria en defensa propia.

Lo cierto era que algo así ya se veía venir, los ánimos estaban bastantes caldeados y desde hacía dos meses los llamados por aquel entonces elementos obreros del pueblo de La Algaba, posiblemente miembros del sindicato anarquista, extremo este que no he podido comprobar, solicitaron de los propietarios de los campos de cultivos aumentos de precios en las faenas agrícolas, especialmente en las operaciones de recogida de los cereales. Así pues, a medida que se aproximaban las tareas de recolección del trigo se fue incrementando las protestas ante la posición cerrada de una patronal que no cedía a las presiones de los jornaleros, buscando en la mecanización de las actividades agrícolas o en requerir los servicios de los jornaleros forasteros un medio de contraatacar esa resistencia. Siendo el primer aviso, y preámbulo de los sucesos que paso a relatar, la detención por la benemérita, doce días antes, de dos huelguistas acusados de destrozar una máquina ragavinadora.

Ya el día 1 de ese mes, y antes el temor del gobierno de que las luchas entre trabajadores del campo y propietarios pudieran poner en peligro la recolección de los cereales en lo que por aquel entonces era el granero de España, Andalucía, el Ministro de Fomento, Ángel Osorio,  publica en la Gaceta de Madrid- Núm. 121 un decreto en donde, entre otras cosas, se recoge lo siguiente:   

Artículo 1º Antes de que comience cada una de las labores propias de la recolección de la próxima cosecha de cereales, los Gobernadores civiles ordenarán al Alcalde de cada localidad donde se estimen que la perturbación de relaciones entre patronos y obreros puede afectar a la normalidad de aquellas, que organice una Junta Reguladora de las condiciones del trabajo y de su justa remuneración. Habrá en ella igual número de patronos que de obreros. Unos y otros serán designados por las Sociedades que estuvieren constituidas con anterioridad a la publicación de este Decreto y por las Juntas Patronatos e instituciones de cualquier índole asimismo preexistentes y de positiva influencia social. Donde no hubiera Sociedades de una o de otra especie podrán hacer los nombramientos los obreros y los patronos, agrupándose para tal fin.

Actuaran estas Juntas como Consejos de conciliación, y su misión será concertar los contrapuestos intereses. En caso de que no lo logren pronunciarán su dictamen en el sentido que estimen práctico y justo.

Artículo 2º Si no se llegase a establecerse avenencia entre patrones y obreros, el patrono que por cualquier motivo haya de emplear trabajadores extraños al Municipio en cuyo término estén las cosechas, deberá admitir preferentemente a los operarios de la localidad que , antes de la llegada de aquellos, acepten las mismas condiciones y salarios.

Si por falta de braceros suficientes, por huelga o por cualquier otro motivo, los patronos se vieren en la necesidad de utilizar braceros forasteros, estarán obligados a reconocerles las mismas condiciones y remuneración que hubiesen consentido para los obreros de la localidad.

Articulo 3º - donde aconteciere que la cosecha estuviese en inminente riesgo de perderse por falta de acuerdo entre patronos y obreros, podrá el Gobernador Civil proponer al Gobierno las medidas de urgencias que estime indispensables, en armonía con la ley sobre Subsistencia, en armonía con la ley sobre subsistencia de 11 de Noviembre de 1916, o en otros términos de mayor eficacia si fuese menester.

Desde que se tiene conocimiento de tal decreto, una vez conformada la Junta Reguladora, ésta celebrarían varias conferencias en el Consistorio de La Algaba bajo la coordinación del Alcalde entre los patronos y los jornaleros  sin que se consiguiesen grandes avances en el desarrollo de este decreto.

De forma paralela se iban celebrando reuniones entre los patronos, representado por Sr. José Herrera, presidente del Casino Agrícola,  y los obreros con la intención de convenir el precio de los jornales durante el periodo de la siega, llegándose a un principio de acuerdo, quedando pendiente de celebrar reunión en el Ayuntamiento, que presidida por el alcalde, diera validez a lo pactado.

En ese intervalo de tiempo dio comienzo la llegada de un contingente de obreros forasteros dispuestos a trabajar por un sueldo inferior al demando por los nativos, una peseta menos, 16 reales. Y ello a pesar de que por parte de los patronos se afirmarse más tarde a la prensa que aquel alto número de forasteros acudieron al pueblo sin ser llamado, repitiendo algo que ya se había convertido en costumbre desde hacía algunos años. Lo cierto, tal y como pudo comprobarse más tardes, es que fueron convocados por los patronos a través de unas cartas dirigidas a sus manigero o jefes de las cuadrillas solicitando sus servicios. Como en años anteriores ello conllevaría que muchos trabajadores de La Algaba se hallasen parados, sufriendo sus familias y en general casi todo el vecindario, pues era esta una época, la siega, en donde se obtenía el sustento indispensable para subsistir en época de lluvias cuando el trabajo en el campo era imposible o la actividad caía considerablemente.

Los obreros algabeños, entendiendo que ello suponía un incumplimiento de lo pactado, solicitaron del alcalde que convocase a la Junta Rectora al objeto de tomar una decisión definitiva y rápida ante tal acontecimiento. Hasta cuatro noches consecutivas acudieron a la casa consistorial los jornaleros, pero, por el contrario, los patronos rehusaron reunirse con ellos no atendiendo a la convocatoria del señor alcalde, convencidos que el tiempo jugaba a su favor, dando de este modo margen a que los jornaleros forasteros fuesen llegando al pueblo.

El jueves, día 22 de mayo,  por la tarde se corrió la voz, fueron los mismos propietarios quienes hicieron difundir el rumor entre las cuadrillas de jornaleros, que esa noche por fin se iba a celebrar la tan esperada conferencia, por lo que los braceros del pueblo se reunieron en asamblea y acordaron elaborar una propuesta de  base de trabajo con los siguientes puntos:

1.    No consentir que continuasen trabajando los forasteros que percibían jornales mucho más reducidos

2.    Bajar sus pretensiones iníciales de veintiún reales por jornada de trabajo en la recolección del trigo y dejarlo en veinte reales la peonada.
Y así fue, esa misma noche, bajo la presidencia del alcalde,  se celebró en el Ayuntamiento la  reunión  entre  patronos y obreros. La discusión fue larga y a pesar de ello no se llegó a ningún acuerdo. Las posiciones estaban muy cerradas, y los patronos estaban dispuestos a incumplir la imposición, a su entender inasumible del débil gobierno de Maura. Al mismo tiempo, compartían la creencia de que cuando los braceros del pueblo viesen los forasteros comenzasen a trabajar por un jornal inferior , depondría su actitud y acudirían a los tajos, aviniéndose a razones, tal y como había ocurrido en años anteriores. El señor alcalde al tanto de tales planteamientos y compartiendo dicha argumentación, decidió dar por finalizada la reunión emplazando a ambas partes a celebrar otra en la noche del día siguiente.
Los obreros salieron disgustadísimos, tuvieron una asamblea improvisada en la misma la plaza Alfonso XII y acordaron no acudir a trabajar el día siguiente e ir a hablar a los segadores forasteros que habían venido para sustituirlos e invitarles a que tan poco los hiciesen ellos. De esta forma quedaba declarada oficialmente la huelga general del campo para el día siguiente.
Los patronos, por su parte, se reunieron en el Casino Agrícola. Al poco llegó el señor alcalde acompañado de uno de los guardias civiles para hacerles saber de la decisión de los braceros locales. Así pues,  tras una breve deliberación, los patronos resolvieron que al no poder interrumpirse la recogida del trigo ante el riesgo de que se perdiese la cosecha, se hablaría esa misma noche con los manigeros de los braceros forasteros para indicarles que mañana acudirían al tajo escoltados por guardia civil al jornal ya indicado de 16 reales.
Antes del amanecer ya estaban en la Plaza dos cuadrillas de unos 20 hombres forasteros formadas y salieron para trabajar.
Algunos jornaleros, entre ellos Manuel Baeza, el cuñado del  alguacil del juzgado, Gregorio Romero, estuvo toda la noche reunido con varios compañeros en la taberna de Miguel de la Morena preparado la huelga general del viernes. Así relataría tales hechos un periódico de la época:
Manuel ….. estuvo toda la noche del jueves bebiendo alegremente con varios compañeros. Así en una taberna dijo la víctima refiriéndose al conflicto obrero:
-         Esto se arregla fácilmente.
-         ¿cómo?  Le preguntó uno.
-         En cuanto que hubiera en el pueblo cuatro hombres como yo.
-         Siguieron bebiendo y en el curso de la conversación dijo que él se iba a Sevilla para hablar con el exmatador de toro José García “Algabeño”, a ver si éste lo contrataba para cosechar en sus fincas pues no quería seguir en el pueblo donde no había obreros que supieran hacerse respetar. “
Ya antes del amanecer, y la hora de salir para el tajo, los jornaleros del pueblo, como todo los días, estaban dispuestos en la plaza para ser contratados, formando corrillos donde se comentaban lo ocurrido ayer por la noche y la decisión adoptada. La concurrencia en las tabernas de la Posada o de Miguel de la Morena era extraordinaria. A las ochos de la mañana, alguien llegó y comentó a voz en grito que los braceros forasteros habían acudido al tajo y acaban "echar mano". La masa de jornalero se fue organizando en la puerta del ayuntamiento mientras se iba reclutando a todos aquellos que se encontraban deambulando por las calles aledañas y tabernas dándoles a conocer a todos la noticia e invitándoles a que acudieran a la Plaza. Al poco Manuel , tomando la palabra, se dirigió al grupo y ,tras relatar lo acontecido en días anteriores y la decisión tomadas por la asamblea de jornaleros la noche anterior de no dejar que ningún forastero viniesen  a  robarles el pan, propuso que se formasen distintos grupos con la intención de ir llegándose  a los distintos tajos y proponerles a los "esquiroles" que abandonasen el trabajo. Por el camino, y al bullicio de las distintas cuadrillas, las mujeres salían de sus casas, sobre todos las del barrio de calle baños , y como en otras ocasiones, se iban uniendo  al grupo  de hombre, encabezándolos y profiriendo grandes gritos, mientras levantaban los brazos en tono amenazantes acusando a los jornaleros forasteros de "esquiroles y rateros" .
 No era la primera vez que las mujeres abanderaban este tipo de huelga, un mes antes había acudido a un cortijo cercano y cogiendo una segadora,  la plantaron en medio de la plaza Alfonso XII como aviso a los amos de los cortijos, decíendo: “Esto es lo que vamos hacer  con vuestras máquinas si dais trabajos a forasteros y no a nuestros maridos”. Ellas sabían que poseían cierta inmunidad, pues la guardia civil no solían reprimir esos tipos de actos cuando las protagonistas eran mujeres.
Poco a poco se iba consiguiendo que los segadores forasteros fueran abandonando su faena, al tiempo que los distintos grupos de jornaleros huelguistas y las mujeres iban encontrándose por el camino de Guillena hasta llegar a conformar un nutrido número de unos cuatrocientos al sitio conocido por “la encrucijada de los caminos”, actualmente “Cuatro Camino” muy próximo al camino de Alcala del Rio.
La pareja de la guardia civil, ya en la vega del Zahorí, al divisar al grupo de huelguistas, les dio el alto para que no siguieran avanzando. Los obreros, contestaron que iban al entierro de un jornalero, por lo que iban a pedir a sus compañeros jornaleros que se uniesen a ellos. La benemérita seguía cortándoles el paso. Los jornaleros   comenzaron a forcejear, queriendo llegar a donde estaban trabajando los segadores forasteros. Cada vez se unían en la vega del Zahorí más y más oleada de obreros, las mujeres al ver que la guardia civil impedía que sus maridos e hijos llegaran a los jornaleros forasteros, comenzaron a promover un gran escándalo. Los jornaleros  huelguistas, alentados por este alboroto,  realizaron un intento de conseguir por la violencia que dejaran de trabajar, la pareja de la guardia civil les invitó a que desestimasen de tal propósito, pues, en cumplimiento de su deber, tenían que garantizar la libertad de trabajo. El grupo arremetió contra élla y  para no ser agredidos, saltaron al lado contrario de la carretera que iba  para Alcala del Rio,  parapetarse en los arboles de su cuneta. Una vez guarecidos, hicieron varios disparos al aire con su máuser. Pero los jornaleros, sin atender a esta amenaza, les acometieron con la intención de desarmarlos, estos, con gran pavor, dispararon de nuevo e hirieron a unos los huelgistas, a Manuel García Genil. Fue entonces cuando los Jornaleros se disolvieron. El herido fue evacuado y conducido al pueblo donde fue atendido por don el médico Eusebio Torres.
Los braceros forasteros al ver lo sucedido, y ante el temor de que los jornaleros volviesen de nuevo,  decidieron dar de mano y dirigirse al pueblo, pero solicitaron que la guardia civil les acompañasen, pues temían ser agredidos. Y así se hizo. Pero nada más entrar en el pueblo comenzaron a increparles los vecinos mientras le seguían hasta llegar a la calle Baño, donde se amotinó el vecindario, y de nuevo fueron las mujeres quienes con mayor vehemencia manifestaban sus protestas, siguiéndoles hasta la misma puerta del cuartel de la guardia civil en la calle Rodríguez de la Borbolla.
Los guardias intentaron telefonear a Sevilla pidiendo el envío de refuerzos, pero ocurrieron nuevos escándalos. 

Los ánimos estaban muy caldeados y de nuevo un grupo de hombre exaltados tomaron la decisión acudir al ayuntamiento a entrevistarse con el Señor Alcalde, pero no se le permitió el acceso al mismo. Alguien llegó y dijo que tanto el Alcalde como toda las autoridades y los propietarios estaban reunidos en el Casino Agrícola Patronal, porque lo que una partida de ellos enfilaron hacía la cercana calle del “Compas” y en torno al casino profirieron gritos de traidor al alcalde y solicitaron que saliese. El Alcalde, desde el Casino Agrícola, telefonea la Guardia Civil diciéndole que temía por parte de los huelguistas un altercado hacia su persona o los allí reunidos y solicitaba que se procediese a la disolución de la manifestación y se pusiese orden en las calles del pueblo.

La guardia civil acudió rápidamente, apenas había unos pocos metros desde el cuartel en la calle Borbolla y la calle Sevilla. Los manifestantes, apostados frente al casino, recibieron la orden de los guardias civiles de disolverse, fue entonces cuando Manuel Baeza Suero, al ver como algunos de sus paisanos huían, gritó que su intención no era otra que entrar en el Casino para  hablar con el señor alcalde y miembros de la patronal que formaban parte de la Junta Reguladora y tratar de las condiciones de trabajo. Uno de los guardias al ver avanzar a Manuel hacia la puerta del Casino, le ordenó que levantase los brazos, a cuya indicación éste contestó con un insulto. El guardia volvió a darle el alto, pero Manuel siguió avanzado mientras introducía, según declarase los civiles, su mano en el bolsillo de la chaqueta de su americana para coger lo que parecía un arma , comprobándose, posteriormente, que era solo una piedra. Los guardias sintiéndose amenazados, sacaron sus armas y comenzaron a disparar  matando en el acto a Manuel Baeza e hiriendo a Salvador Herrera Moreno, conserje del Casino Agrícola Patronal. Los manifestantes se disolvieron. 

El gobernador nada más tener noticias de los sucedido, telefoneo al Sr. Alcalde ordenándole que no autorizase la reunión que los obreros querían celebrar esa noche en el ayuntamiento. Al tiempo que le comunicaba que procedería a envío de fuerzas de la guardia civil procedente del pueblo de Santiponce y las Cabezas para garantizar el orden en el pueblo.


Por su parte, una comisión de los jornaleros locales, se dirigieron a Sevilla para hablar con el Gobernador Civil, eso sí, pasándose primero por casa del exdiputado Manuel Clavijo Carranza quién, estando al corriente de todo, siempre se había demostrado proclive a mediar entre los patronos, de quienes en su mayoría era pariente y sobres los que poseía una gran ascendencia, para que les acompañara. Efectivamente, así los hizo. 

Lo cierto es que tanto el propio gobernador como resto de autoridades y todo el espectro político mantenían la opinión de que tales hechos eran imputables a la torpeza del Sr. Alcalde, quien a sabiendas que existían brazos suficientes el pueblo, permitió que estos fuesen sustituidos por jornaleros forasteros. Y así Alejandro Lerroux, fundador del partido Republicano Radical y como miembro de la candidatura cerrada con Martinez Barrios y Vaqueros en Sevilla a las elecciones que habrían  de celebrarse el día 1 de junio, remite el siguiente telegrama:

"Sevilla, 23
Habiendo prescindido el alcalde de La Algaba del cumplimiento de la disposición ministerial creando los consejos mixtos para determinar las condiciones de trabajo en el campo los obreros reclamaron el cumplimiento de esa disposición y exigieron que se despidiera a los trabajadores forasteros hasta cumplir el artículo que dispones la formación del consejo mixto. 
Ruégale proteste en nombre de la Federación Republicana -  Lerroux".   

El día 27 de mayo, la comisión de patronos y obreros de La Algaba, acompañados por el exdiputado  a cortes Sr. Clavijo, en presencia del  gobernador, convinieron las siguientes bases de arreglos:

·               Jornada de cinco horas.
·               Ochos pesetas de jornal.
·         Libertad de contrato entre obreros y patronos para jornadas de más horas, aumentando proporcionalmente el jornal.
·             Cumplimiento del real decreto prohibiendo utilizar brazos forasteros mientras los haya en la localidad .
·        Las dificultades que surjan las resolverían por una comisión de un patrono y un obrero, presidida por el alcalde.






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