Años llevaba ya el pueblo de La Algaba saltando a los
periódicos por dos motivos. El primero por ser cuna de un torero, el Algabeño,
que, aunque en su séptimo año de su retirada de los ruedos, proyectaba su memoria en su primogénito que intentaba,
por aquel entonces con 17 años, seguir
los pasos de su padre en el escalafón taurino. La segunda, las continúas
crecidas del río Guadalquivir y/o la Ribera
de Huelva quienes cada invierno, casi de forma obsesiva, intentaban, lográndolo
en más de una ocasión, invadir sus calles con catastróficas consecuencias. Pero
nadie podía sospechar, por aquel mes de mayo de 1919, que La Algaba compartiría
titular con el pueblo de Consuegra como triste escenario de la muerte de
jornaleros a manos de la guardia civil en una de las tantas huelgas que se
desarrollaron en el final del llamado “Trienio
Bolchevique”. Pero si acudiéramos a la prensa de la época cariamos
rápidamente en la cuenta del intento indisimulado de disfrazar lo acontecido como
un mero enfrentamiento entre braceros algabeños y forasteros. Y lo que a todas
luces era una huelga general del campo, se presenta como un mero problema de orden
público sin implicación, al menos directa, de las autoridades del pueblo, siendo
pura casualidad que se atacasen los símbolos que los identificaban, el Ayuntamiento, regentado por la oligarquía agrícola cuyos
miembros contaban con al menos unos de estos apellidos: Carranza, Torres, Herrera , y el Casino
Agrícola, lugar de encuentro y reunión de las mismas. Así en los rotativos de
la provincia, periódicos donde se recogen, dada su cercanía, con todo rigor lo
sucedido, sufre la censura y se llega a mutilar aquellas partes de los
artículos que pudieran inducir al lector a pensar que
lo allí relatado se correspondía con una posible huelga de jornaleros. Así se
hace un profuso relato de la actuación individual de
un bracero del campo local que bajo los efectos del alcohol pierde el control y sin prever el
riesgos, alienta a los vecinos a sublevarse contra las fuerzas del orden y se atreve a sacar una piedra con intención de arrojárselas, hecho que
provoca que los dos guardias civiles, sintiéndose acorralados, se vean obligados a hacer
uso de su arma reglamentaria en defensa propia.
Lo cierto era que algo así ya se veía venir, los
ánimos estaban bastantes caldeados y desde hacía dos meses los llamados por
aquel entonces elementos obreros del pueblo de La Algaba, posiblemente miembros
del sindicato anarquista, extremo este que no he podido comprobar, solicitaron
de los propietarios de los campos de cultivos aumentos de precios en las faenas
agrícolas, especialmente en las operaciones de recogida de los cereales. Así
pues, a medida que se aproximaban las tareas de recolección del trigo se fue
incrementando las protestas ante la posición cerrada de una patronal que no
cedía a las presiones de los jornaleros, buscando en la mecanización de las
actividades agrícolas o en requerir los servicios de los jornaleros forasteros un
medio de contraatacar esa resistencia. Siendo el primer aviso, y preámbulo de
los sucesos que paso a relatar, la detención por la benemérita, doce días
antes, de dos huelguistas acusados de destrozar una máquina ragavinadora.
Ya el día 1 de ese mes, y antes el temor del gobierno
de que las luchas entre trabajadores del campo y propietarios pudieran poner en
peligro la recolección de los cereales en lo que por aquel entonces era el
granero de España, Andalucía, el Ministro de Fomento, Ángel Osorio, publica en la Gaceta de Madrid- Núm. 121 un
decreto en donde, entre otras cosas, se recoge lo siguiente:
Artículo 1º
Antes de que comience cada una de las labores propias de la recolección de la
próxima cosecha de cereales, los Gobernadores civiles ordenarán al Alcalde de
cada localidad donde se estimen que la perturbación de relaciones entre
patronos y obreros puede afectar a la normalidad de aquellas, que organice una
Junta Reguladora de las condiciones del trabajo y de su justa remuneración.
Habrá en ella igual número de patronos que de obreros. Unos y otros serán
designados por las Sociedades que estuvieren constituidas con anterioridad a la
publicación de este Decreto y por las Juntas Patronatos e instituciones de
cualquier índole asimismo preexistentes y de positiva influencia social. Donde
no hubiera Sociedades de una o de otra especie podrán hacer los nombramientos
los obreros y los patronos, agrupándose para tal fin.
Actuaran estas
Juntas como Consejos de conciliación, y su misión será concertar los
contrapuestos intereses. En caso de que no lo logren pronunciarán su dictamen
en el sentido que estimen práctico y justo.
Artículo 2º Si
no se llegase a establecerse avenencia entre patrones y obreros, el patrono que
por cualquier motivo haya de emplear trabajadores extraños al Municipio en cuyo
término estén las cosechas, deberá admitir preferentemente a los operarios de
la localidad que , antes de la llegada de aquellos, acepten las mismas
condiciones y salarios.
Si por falta de
braceros suficientes, por huelga o por cualquier otro motivo, los patronos se
vieren en la necesidad de utilizar braceros forasteros, estarán obligados a
reconocerles las mismas condiciones y remuneración que hubiesen consentido para
los obreros de la localidad.
Articulo 3º -
donde aconteciere que la cosecha estuviese en inminente riesgo de perderse por
falta de acuerdo entre patronos y obreros, podrá el Gobernador Civil proponer
al Gobierno las medidas de urgencias que estime indispensables, en armonía con
la ley sobre Subsistencia, en armonía con la ley sobre subsistencia de 11 de
Noviembre de 1916, o en otros términos de mayor eficacia si fuese menester.
Desde que se tiene conocimiento de tal
decreto, una vez conformada la Junta Reguladora, ésta celebrarían varias
conferencias en el Consistorio de La Algaba bajo la coordinación del Alcalde
entre los patronos y los jornaleros sin
que se consiguiesen grandes avances en el desarrollo de este decreto.
De forma paralela se iban celebrando reuniones entre
los patronos, representado por Sr. José Herrera, presidente del Casino
Agrícola, y los obreros con la intención
de convenir el precio de los jornales durante el periodo de la siega,
llegándose a un principio de acuerdo, quedando pendiente de celebrar reunión en
el Ayuntamiento, que presidida por el alcalde, diera validez a lo pactado.
En ese intervalo de tiempo dio comienzo la llegada
de un contingente de obreros forasteros dispuestos a trabajar por un sueldo
inferior al demando por los nativos, una peseta menos, 16 reales. Y ello a pesar de que por parte de los
patronos se afirmarse más tarde a la prensa que aquel alto número de forasteros
acudieron al pueblo sin ser llamado, repitiendo algo que ya se había convertido
en costumbre desde hacía algunos años. Lo cierto, tal y como pudo comprobarse
más tardes, es que fueron convocados por los patronos a través de unas cartas dirigidas
a sus manigero o jefes de las cuadrillas solicitando sus servicios. Como en
años anteriores ello conllevaría que muchos trabajadores de La Algaba se
hallasen parados, sufriendo sus familias y en general casi todo el vecindario,
pues era esta una época, la siega, en donde se obtenía el sustento
indispensable para subsistir en época de lluvias cuando el trabajo en el campo era
imposible o la actividad caía considerablemente.
Los obreros algabeños, entendiendo que ello suponía
un incumplimiento de lo pactado, solicitaron del alcalde que convocase a la Junta Rectora al objeto de tomar una decisión definitiva y rápida ante tal
acontecimiento. Hasta cuatro noches consecutivas acudieron a la casa consistorial los jornaleros,
pero, por el contrario, los patronos rehusaron reunirse con ellos no atendiendo
a la convocatoria del señor alcalde, convencidos que el tiempo jugaba a su
favor, dando de este modo margen a que los jornaleros forasteros fuesen
llegando al pueblo.
El jueves, día 22 de mayo, por la tarde se corrió la voz, fueron los
mismos propietarios quienes hicieron difundir el rumor entre las cuadrillas de
jornaleros, que esa noche por fin se iba a celebrar la tan esperada conferencia,
por lo que los braceros del pueblo se reunieron en asamblea y acordaron elaborar
una propuesta de base de trabajo con los
siguientes puntos:
1.
No consentir que
continuasen trabajando los forasteros que percibían jornales mucho más
reducidos
2.
Bajar sus
pretensiones iníciales de veintiún reales por jornada de trabajo en la
recolección del trigo y dejarlo en veinte reales la peonada.
Y así fue, esa misma noche, bajo la presidencia del
alcalde, se celebró en el Ayuntamiento
la reunión entre patronos y obreros. La discusión fue larga y
a pesar de ello no se llegó a ningún acuerdo. Las posiciones estaban muy
cerradas, y los patronos estaban dispuestos a incumplir la imposición, a su
entender inasumible del débil gobierno de Maura. Al mismo tiempo, compartían la
creencia de que cuando los braceros del pueblo viesen los forasteros comenzasen
a trabajar por un jornal inferior , depondría su actitud y acudirían a los tajos, aviniéndose a razones, tal y como había ocurrido en años anteriores. El señor
alcalde al tanto de tales planteamientos y compartiendo dicha argumentación,
decidió dar por finalizada la reunión emplazando a ambas partes a celebrar otra
en la noche del día siguiente.
Los obreros salieron disgustadísimos, tuvieron una
asamblea improvisada en la misma la plaza Alfonso XII y acordaron no acudir a trabajar
el día siguiente e ir a hablar a los segadores forasteros que habían venido
para sustituirlos e invitarles a que tan poco los hiciesen ellos. De esta forma quedaba declarada oficialmente la huelga general del campo para el día siguiente.
Los patronos, por su parte, se reunieron en el
Casino Agrícola. Al poco llegó el señor alcalde acompañado de uno de los
guardias civiles para hacerles saber de la decisión de los braceros locales. Así pues, tras una breve deliberación, los patronos resolvieron
que al no poder interrumpirse la recogida del trigo ante el riesgo de que se
perdiese la cosecha, se hablaría esa misma noche con los manigeros de los
braceros forasteros para indicarles que mañana acudirían al tajo escoltados por
guardia civil al jornal ya indicado de 16 reales.
Antes del amanecer ya estaban en la Plaza dos
cuadrillas de unos 20 hombres forasteros formadas y salieron para trabajar.
Algunos jornaleros, entre ellos Manuel Baeza, el
cuñado del alguacil del juzgado,
Gregorio Romero, estuvo toda la
noche reunido con varios compañeros en la taberna de Miguel de la Morena
preparado la huelga general del viernes. Así relataría tales hechos un
periódico de la época:
“Manuel ….. estuvo toda la noche del jueves bebiendo
alegremente con varios compañeros. Así en una taberna dijo la víctima
refiriéndose al conflicto obrero:
-
Esto se arregla fácilmente.
-
¿cómo? Le
preguntó uno.
-
En cuanto que hubiera en el pueblo cuatro hombres
como yo.
-
Siguieron bebiendo y en el curso de la conversación
dijo que él se iba a Sevilla para hablar con el exmatador de toro José
García “Algabeño”, a ver si éste lo contrataba para cosechar en sus fincas pues
no quería seguir en el pueblo donde no había obreros que supieran hacerse
respetar. “
Ya antes del amanecer, y la hora de salir para el
tajo, los jornaleros del pueblo, como todo los días, estaban dispuestos en la plaza
para ser contratados, formando corrillos donde se comentaban lo ocurrido ayer
por la noche y la decisión adoptada. La concurrencia en las tabernas de la Posada
o de Miguel de la Morena era extraordinaria. A las ochos de la mañana, alguien
llegó y comentó a voz en grito que los braceros forasteros habían acudido al
tajo y acaban "echar mano". La masa de jornalero se fue organizando en la puerta
del ayuntamiento mientras se iba reclutando a todos aquellos que se encontraban
deambulando por las calles aledañas y tabernas dándoles a conocer a todos la
noticia e invitándoles a que acudieran a la Plaza. Al poco Manuel , tomando la palabra, se dirigió al grupo y ,tras
relatar lo acontecido en días anteriores y la decisión tomadas por la asamblea
de jornaleros la noche anterior de no dejar que ningún forastero viniesen a robarles el pan, propuso que se
formasen distintos grupos con la intención de ir llegándose a los distintos tajos y proponerles a los "esquiroles" que
abandonasen el trabajo. Por el camino, y al bullicio de las distintas
cuadrillas, las mujeres salían de sus casas, sobre todos las del barrio de calle
baños , y como en otras ocasiones, se iban uniendo al grupo de hombre, encabezándolos y profiriendo grandes gritos, mientras
levantaban los brazos en tono amenazantes acusando a los jornaleros forasteros de "esquiroles y rateros" .
No era la
primera vez que las mujeres abanderaban este tipo de huelga, un mes antes había
acudido a un cortijo cercano y cogiendo una segadora, la plantaron en
medio de la plaza Alfonso XII como aviso a los amos de los cortijos, decíendo: “Esto es lo que vamos hacer con vuestras máquinas si dais trabajos a
forasteros y no a nuestros maridos”. Ellas sabían que poseían cierta inmunidad, pues
la guardia civil no solían reprimir esos tipos de actos cuando las protagonistas eran mujeres.
Poco a poco se iba consiguiendo que los segadores
forasteros fueran abandonando su faena, al tiempo que los distintos grupos de jornaleros huelguistas y las mujeres iban encontrándose por el camino de Guillena hasta llegar a conformar un nutrido número de unos
cuatrocientos al sitio conocido por “la encrucijada de los caminos”,
actualmente “Cuatro Camino” muy próximo al camino de Alcala del Rio.
La pareja de la guardia civil, ya en la vega del Zahorí, al divisar al grupo de huelguistas, les dio el alto para que no siguieran avanzando. Los obreros, contestaron que iban al entierro de un jornalero, por lo que iban a pedir a sus compañeros jornaleros que se uniesen a ellos. La benemérita seguía cortándoles el paso. Los jornaleros comenzaron a forcejear, queriendo llegar a donde estaban trabajando los
segadores forasteros. Cada vez se unían en la vega del Zahorí más y más oleada de obreros, las
mujeres al ver que la guardia civil impedía que sus maridos e hijos llegaran a
los jornaleros forasteros, comenzaron a promover un gran escándalo. Los
jornaleros huelguistas, alentados por este alboroto, realizaron un intento de conseguir por
la violencia que dejaran de trabajar, la pareja de la guardia civil les invitó a que desestimasen
de tal propósito, pues, en cumplimiento de su deber, tenían que garantizar la
libertad de trabajo. El grupo arremetió contra élla y para no ser agredidos, saltaron al lado contrario de la carretera que iba para Alcala del Rio, parapetarse en los arboles de su cuneta. Una vez
guarecidos, hicieron varios disparos al aire con su máuser. Pero los jornaleros,
sin atender a esta amenaza, les acometieron con la intención de desarmarlos, estos, con gran pavor, dispararon de nuevo e hirieron a unos los huelgistas, a Manuel García Genil. Fue entonces cuando los Jornaleros se disolvieron. El herido fue evacuado y conducido al
pueblo donde fue atendido por don el médico Eusebio Torres.
Los braceros forasteros al ver lo sucedido, y ante
el temor de que los jornaleros volviesen de nuevo, decidieron dar de mano y dirigirse al pueblo,
pero solicitaron que la guardia civil les acompañasen, pues temían ser
agredidos. Y así se hizo. Pero nada más entrar en el pueblo comenzaron a increparles los vecinos mientras le seguían hasta llegar a la calle Baño, donde se
amotinó el vecindario, y de nuevo fueron las mujeres quienes con mayor
vehemencia manifestaban sus protestas, siguiéndoles hasta la misma puerta del
cuartel de la guardia civil en la calle Rodríguez de la Borbolla.
Los guardias intentaron telefonear a Sevilla
pidiendo el envío de refuerzos, pero ocurrieron nuevos escándalos.
Los ánimos estaban muy caldeados y de nuevo un grupo de hombre exaltados tomaron la decisión acudir al ayuntamiento a entrevistarse con el Señor Alcalde, pero no se le permitió el acceso al mismo. Alguien llegó y dijo que tanto el Alcalde como toda las autoridades y los propietarios estaban reunidos en el Casino Agrícola Patronal, porque lo que una partida de ellos enfilaron hacía la cercana calle del “Compas” y en torno al casino profirieron gritos de traidor al alcalde y solicitaron que saliese. El Alcalde, desde el Casino Agrícola, telefonea la Guardia Civil diciéndole que temía por parte de los huelguistas un altercado hacia su persona o los allí reunidos y solicitaba que se procediese a la disolución de la manifestación y se pusiese orden en las calles del pueblo.
La guardia civil acudió rápidamente, apenas
había unos pocos metros desde el cuartel en la calle Borbolla y la calle
Sevilla. Los manifestantes, apostados frente al casino, recibieron la orden de
los guardias civiles de disolverse, fue entonces cuando Manuel Baeza Suero, al
ver como algunos de sus paisanos huían, gritó que su intención no era otra que entrar en el Casino para hablar con el señor alcalde y miembros de la patronal que formaban parte de la Junta Reguladora y tratar de las condiciones de trabajo. Uno de los guardias al ver avanzar a Manuel hacia la puerta del Casino, le ordenó que levantase
los brazos, a cuya indicación éste contestó con un insulto. El guardia volvió a
darle el alto, pero Manuel siguió avanzado mientras introducía,
según declarase los civiles, su mano en el bolsillo de la chaqueta de su
americana para coger lo que parecía un arma , comprobándose, posteriormente, que
era solo una piedra. Los guardias sintiéndose amenazados, sacaron sus armas y comenzaron a disparar matando en el acto a Manuel Baeza e hiriendo a Salvador Herrera
Moreno, conserje del Casino Agrícola Patronal. Los manifestantes se disolvieron.
Los ánimos estaban muy caldeados y de nuevo un grupo de hombre exaltados tomaron la decisión acudir al ayuntamiento a entrevistarse con el Señor Alcalde, pero no se le permitió el acceso al mismo. Alguien llegó y dijo que tanto el Alcalde como toda las autoridades y los propietarios estaban reunidos en el Casino Agrícola Patronal, porque lo que una partida de ellos enfilaron hacía la cercana calle del “Compas” y en torno al casino profirieron gritos de traidor al alcalde y solicitaron que saliese. El Alcalde, desde el Casino Agrícola, telefonea la Guardia Civil diciéndole que temía por parte de los huelguistas un altercado hacia su persona o los allí reunidos y solicitaba que se procediese a la disolución de la manifestación y se pusiese orden en las calles del pueblo.
El gobernador nada más tener noticias de los sucedido, telefoneo al Sr. Alcalde ordenándole que no autorizase la reunión que los obreros querían celebrar esa noche en el ayuntamiento. Al tiempo que le comunicaba que procedería a envío de fuerzas de la guardia civil procedente del pueblo de Santiponce y las Cabezas para garantizar el orden en el pueblo.
Por su parte, una comisión de los jornaleros locales, se dirigieron a Sevilla para hablar con el Gobernador Civil, eso sí, pasándose primero por casa del exdiputado Manuel Clavijo Carranza quién, estando al corriente de todo, siempre se había demostrado proclive a mediar entre los patronos, de quienes en su mayoría era pariente y sobres los que poseía una gran ascendencia, para que les acompañara. Efectivamente, así los hizo.
Lo cierto es que tanto el propio gobernador como resto de autoridades y todo el espectro político mantenían la opinión de que tales hechos eran imputables a la torpeza del Sr. Alcalde, quien a sabiendas que existían brazos suficientes el pueblo, permitió que estos fuesen sustituidos por jornaleros forasteros. Y así Alejandro Lerroux, fundador del partido Republicano Radical y como miembro de la candidatura cerrada con Martinez Barrios y Vaqueros en Sevilla a las elecciones que habrían de celebrarse el día 1 de junio, remite el siguiente telegrama:
Por su parte, una comisión de los jornaleros locales, se dirigieron a Sevilla para hablar con el Gobernador Civil, eso sí, pasándose primero por casa del exdiputado Manuel Clavijo Carranza quién, estando al corriente de todo, siempre se había demostrado proclive a mediar entre los patronos, de quienes en su mayoría era pariente y sobres los que poseía una gran ascendencia, para que les acompañara. Efectivamente, así los hizo.
"Sevilla, 23
Habiendo prescindido el alcalde de La Algaba del cumplimiento de
la disposición ministerial creando los consejos mixtos para determinar las
condiciones de trabajo en el campo los obreros reclamaron el cumplimiento de
esa disposición y exigieron que se despidiera a los trabajadores forasteros
hasta cumplir el artículo que dispones la formación del consejo mixto.
Ruégale proteste en nombre de la Federación Republicana - Lerroux".
El día 27 de mayo, la comisión de patronos y obreros de La Algaba, acompañados por el exdiputado a cortes Sr. Clavijo, en presencia del gobernador, convinieron las siguientes bases de arreglos:
· Jornada de cinco horas.
· Ochos pesetas de jornal.
· Libertad de contrato entre obreros y patronos para jornadas de más horas, aumentando proporcionalmente el jornal.
· Cumplimiento del real decreto prohibiendo utilizar brazos forasteros mientras los haya en la localidad .
· Las dificultades que surjan las resolverían por una comisión de un patrono y un obrero, presidida por el alcalde.
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